Salgo de la residencia temprano por la mañana. Es domingo. En la pantalla de esa agenda que tod@s llevamos incorporada en algún rincón del cerebro, leo en el primer espacio correspondiente a este día que debo pasar por la barbería. Pero en domingo es practicamente imposible encontrar una barbería abierta en Konya. Cuando finalmente encuentro una, casi de casualidad, me felicito por mi suerte.
Horas más tarde salgo de la barbería con menos pelo y echando pestes para mis adentros...Cuando estoy suficientemente lejos de donde se ha perpetrado el crimen, comienzo sin vergüenza a vociferar en una mezcla de lenguas mi malestar por lo que aquel peluquero le ha hecho a mi barba...Mi turco ya da para pedir que no se cometa una masacre en mi rostro, pero el peluquero se empeñó en privarme del gusto de sentirme comprendido y lo que es peor, de tener al menos la ilusión de estar familiarizado con el tipo moreno y barbado que suele mirarme desde el otro lado del espejo...
Avanzo por la calle echando chispas. Moviendo brazos y manos cuando de repente descubro, para mi propio horror, que aun llevo en la mano la tarjeta del asesino...Y es que el tipo ha sido tan amable, tan educado al momento de cometer su particular ofensa que cualquier exteriorización de la rabia que yo sentía por dentro, no hubiera podido parecer menos que un violento ataque de feroz locura por parte de un extranjero que simulaba cierto grado de civilización.
¡Mi barba! ¿Dónde está mi barba?, quiero gritar cuando...¡Raaaaka! Escucho un sonido, no tan familiar, no tan raro, pero totalmente fuera de contexto...Yo sólo voy caminando enérgicamente por la calle echando pestes de todas las maneras que puedo recordar y...Claro, en mitad de una de mis enérgicas zancadas he destrozado mi pantalón por donde...salva sea la parte...Menos mal que hay un LC Waikiki cerca. En Turquía estas tiendas de ropa me han salvado ya en un par de ocasiones, - a mí, a quien no le gusta ir de compras para otra cosa que no sean libros -, porque suelo encontrar siempre lo que estoy buscando y cuando no he sabido lo que estaba buscando, allí me he dado cuenta.
Entro corriendo, arranco un pantalón de los del lado izquierdo y bajo apurado hacia donde deben estar los probadores, al lado derecho de la tienda...Un empleado con una expresión amable me saluda con una sonrisa y un gesto algo divertido después de decirme un par de palabras en árabe...No es la primera vez en Turquía que la gente me saluda con una expresión confiada en esta lengua, intuyendo que es mi lengua materna. No tengo tiempo de pensar mucho en ello, llevo prisa porque en pocos minutos tengo que estar bajo la estatua de Atatürk que hay en Meram para reunirme con una compañera de la universidad que me ha invitado a participar en una de sus clases de danza.
El pantalón está hecho a mi medida. Me lo llevo puesto hasta la caja. El empleado de la caja me mira también con una sonrisita en el rostro...Ya debe habérseme pasado la rabia de lo de mi barba, pero algo me dice que hoy estoy destinado a figurar como un extranjero loco dondequiera que vaya. Pago y como llevo el pantalón nuevo puesto, antes me giro y me paro de puntillas para darle más margen al empleado de la caja para inclinarse sobre su mostrador y con una maquinita rarísima quitarme el seguro de plástico que llevo justo en la parte de atrás de la prenda...Sólo faltaría que al salir de la tienda saltasen las alarmas...¡Saltan y allí si que le doy chance a los clientes de la tienda de presenciar como se vuelve loco un forastero sin razón aparente!
Me alejo por una de las calles que conducen hasta la estatua de Atatürk, cuando me doy cuenta de que me falta algo...Yo llevaba un libro en la mano...Me lo dejé en la tienda, claro...Siento que el cronómetro que mide el tiempo que me queda para llegar puntual avanza despiadadamente, a grandes zancadas. Pero el tiempo es sabio, minutos, segundos y centésimas corren desnudos, para no correr los riesgos que corremos los mortales. Llego sin aliento al mostrador. El tipo me sonríe...A penas alcanzo a decir "kitap...", o sea libro, cuando se gira y se estira para coger el libro que ha colocado sobre una estantería a sus espaldas. Una sonrisa automática, "teşekkürler" y vuelta a correr...
Me quedan cuatro minutos para llegar al punto de encuentro cuando recibo un mensaje de mi amiga preguntándome que dónde estoy...Intento responder a su sms mientras camino aceleradamente, pero descubro que me he quedado sin crédito...¿Qué más puede salirme mal hoy? Logro recorrer en tres deseperados minutos, para mi gran sorpresa, una distancia que normalmente hubiera recorrido en diez...Y eso quiere decir que tengo un minuto más, por lo que tecnicamente estoy a tiempo, he sido puntual contra todos los pronósticos, he vencido a los cronómetros de la adversidad...Pero hay algo que no encaja...¿Dónde está mi amiga? En su mensaje me decía que ya estaba en el sitio en el que habíamos quedado...
Comienzo a buscarle, reviso el móvil, su mensaje era claro...Me dispongo a llamarla. Recuerdo que no tengo crédito. Y entonces suena mi móvil. Es ella, comienzo a preguntarme que tipo de macabra broma ha sido urdida contra mí en este día..."Where are you?" me pregunta una voz familiar con un tono de sorpresa. Le respondo con asombro que estoy "aquí" junto a la estatua de Atatürk de Meram...Jorge, me dice, habíamos quedado en el reloj de Zafer, junto a la Colina de Aladino...Siento que el mundo comienza a girar a mi alrededor...El reloj de Zafer está a un paso de la tienda donde acabo de comprar de emergencia mi pantalón. Es más, pasé frente al reloj tras salir de la barbería...Me quedo mudo, una vez más a un soplo de un ataque de locura...
Quiero salir corriendo...Gritar:¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Quién me está haciendo esto?...La voz de mi amiga me dice que no me mueva de donde estoy, que ahora viene ella hacia donde yo me encuentro. Siento un poco de frío, me alegra saber que no he de andar más...La espero de pie cerca del cruce de calles que llevan hasta la famosa estatua...Cuando la veo aparecer por la calle de la derecha en vez de por la calle de la izquierda me entero de que después de todo ha sido una proeza llegar a tiempo adonde Atatürk, aunque fuese el lugar equivocado. Porque la he visto llegar a ella, practicamente desde mi mismo punto de partida, hasta donde me encuentro por una calle directa que acorta el recorrido considerablemente...
*La retrogradación aparente de Mercurio, o Mercurio retrógrado, es un lapso de tiempo de unas cuantas semanas de duración, a lo largo del cual el planeta parece estarse moviendo en dirección opuesta a la cual lo hace normalmente. Hay quienes aseguran que durante este período de tiempo muchas cosas son llamadas al caos, particularmente en el ámbito de la comunicación. Este año Mercurio efectuó una de sus retrogradaciones entre mediados de marzo y los primeros días del mes de abril.