Hoy, lunes 6 de agosto me encuentro en la pequeña y plácida ciudad de Yalvaç, (20,000 habitantes) junto a las ruinas de lo que fuese Antioquía de Pisidia. El tiempo es agradable, sobre todo para estas alturas del año, aunque no por ello el sol es más misericordioso. La gente que me he encontrado en el camino sin embargo, ha sido sumamente amable.
Si no fuese por el equipo de arqueólogos que trabaja en la vía que conduce al Ninfeo, los vestigios de Antioquía de Pisidia estarían totalmente desolados. Entre las grietas de lo que fuese el templo de Augusto en tiempos de los romanos se deslizan, sigilosos saurios de recelosa mirada. El campo que se extiende frente al templo que otrora fuese dedicado a la diosa Cibeles es hoy territorio de las abejas. Sus aguerridos zumbidos me ponen en guardia.
Las secas montañas de aspecto terso ante las cuales se perfila un impresionante acueducto me recuerdan la cercanía de Konya. Es de allí de donde partí hace más de tres semanas rumbo a la costa del Mediterráneo. Es allí hacia donde me dirijo. Antes he de detenerme a hacerle una visita a un maestro, al maestro Nasreddin en la cercana ciudad de Akşehir.
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