sábado, 10 de marzo de 2012

34.El Señor İsmet

Ordu, Provincia de Ordu, Turquía
Febrero 2012






















Desde el teléferico de Ordu la vista de las montañas sumergiéndose en el Mar Negro, nutría el presagio. La tarde en que llegaría a Ünye llovería. La mañana siguiente sería un regalo de luz y color, acompañado de una agradable sensación de levedad. 

Ünye, Provincia de Ordu, Turquía
Febrero 2012
























Sobre la playa pude avistar nuevos eslabones en la mágica cadena de asociaciones que venía haciendo desde que escuché un tulum, un tipo de gaita propia de Karadeniz, en un autobús cerca de Yusufeli. Ahora, junto a los toros de pelea en Artvin, el vino de Georgia, antiguamente conocida como Iberia, y las manzanas de Rize, tomaban forma ante mis ojos, sobre la obscura arena, molinos de viento, y por si esto fuera poco, no muy lejos de ahí, un serender, que no es ni más ni menos que un pariente turco de los hórreos. Puede que todas estas visiones dibujaran una sonrisa de suspicacia en mi rostro. Quizás esto alentara a aquella figura benévola de espaldas cuadradas, gestos cordiales y mirada amable a abordarme mientras paseaba por el muelle.

Un serender en Ünye, Turquía
Febrero 2012
 
























El señor İsmet se dirigió a mí en turco. Demasiado pronto se agotaron mis recursos en esta lengua para adentrarnos en el bosque de palabras que es una conversación. Entonces él continuó en inglés. En un inglés con una curiosa tendencia a acentuar la última sílaba de los vocablos, y en el que además las erres florecían de manera sospechosa. Es interesante observar que tal o cual inferencia pueda hacernos tan felices. El señor İsmet hablaba francés, un francés perfecto, sin vestigios de su lengua materna. Instantes después estábamos sentados en una de las terrazas que dan al mar en el parque dedicado a Yunus Emre, poeta místico turco del siglo XIII.

El señor İsmet acostumbra nadar todos los días en el mar





















Entre sorbo y sorbo de té, el señor İsmet me contó que había aprendido francés por su cuenta, con cassettes. 'Quelle âge avez-vous?', me preguntó. A sus 73, mis casi 37 le hicieron alguna gracia. Había trabajado para la los correos de Turquía durante 25 años. Tras jubilarse, hace 26, abrió una tienda de pañuelos para dama en el centro de Ünye, que regenta uno sus hijos. Tiene un buen amigo en París con quien mantiene correspondencia desde hace 42 años. El otro hijo vive en Londres. 

Ünye, Provincia de Ordu, Turquía
Febrero 2012






















Apuntando hacia el litoral me mostró como eran las auténticas casas de Ünye. 'Pas comme la bleue', me dijo, 'comme la blanche d'à côté!'. Me recomendó dar una vuelta por la calle que parte justo desde detrás del hamam. Varias casas otomanas estaban siendo restauradas en esa zona. Se despidió porque tenía que estar en su negocio a las 12. Antes de irse me sonrió y me dijo que ya sabía donde encontrarle. Cogí el bus hacia Samsun con la alegría y la confianza de haber hecho un amigo, con la ilusión de buscarle en los jardines de té junto a la costa la próxima vez que pase por Ünye.

El Mar Negro, Ünye, Provincia de Ordu,Turquía
Febrero 2012

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