miércoles, 29 de febrero de 2012

30.Karadeniz

Vista del centro de Rize, a orillas del Mar Negro, Turquía
Febrero 2012























A lo que en castellano llamamos Mar Mediterráneo, en turco se le denomina Akdeniz, que quiere decir  Mar Blanco. A lo que denominamos  Mar Negro, en Turquía se le llama Karadeniz, que quiere decir exactamente lo mismo: Mar Negro. Me fuí de Tiflis pensando en ese mar, con la ilusión de irlo bordeando hasta agotar las vacaciones. Tenía la ruta ya más o menos trazada desde antes de la incursión en Georgia, denominada Gurcistan en la lengua turca.

Sabía que tenía que probar el té, las manzanas, las avellanas y el hamsi,- anchoas/boquerones - preparados a la manera típica de Karadeniz. También sabía que me estaba adentrando en el Lazistán, tierra de los laz, un pueblo del cáucaso emparentado con los georgianos étnica y lingüísticamente, mas convertido al Islam en tiempos del imperio otomano.


Para no perder la costumbre tuve que hacer un baklava y un çay en Dergah.
Hubiese querido hacer una foto del ritual, pero el postre "voló" y no me acordé
sino hasta que salí del local.
Rize, Febrero 2012
























Tomé un bus en la capital georgiana, que en su inverosímil ruta "Tiflis-Esmirna", de alrededor de 1,500 kilómetros, cruzó la frontera por el paso de Sarp y me dejó en Rize al cabo de siete horas y media de viaje. Me sentí contento de regresar a Turquía, donde después de cuatro meses y medio de estancia me desenvuelvo con relativa soltura en estaciones de autobuses, vestíbulos de hoteles y demás sitios que Marc Augé dió en llamar "no-lugares". 

Rize es famoso por su té. Aquí se cultiva buena parte del mejor çay que se produce en Turquía. La proximidad con el mar le otorga además a este rincón de la geografía turca, el privilegio de inviernos menos rigurosos. Recuerdo a un señor que me recibió en un local moderno y bien iluminado en una de las esquinas más centricas de la ciudad. Le pedí un durum y tuvo que hacerlo tres veces porque, según él, no le salía bien. Yo me hubiera comido el primero que había hecho sin ningún problema. ¡Pero ni se me cruzó por la mente discutir con aquel aplicadísimo üstad - maestro!


Interior de una casa otomana, Museo de Rize

martes, 28 de febrero de 2012

29.Sopa de Letras




Alrededores de la Plaza Pushkin,
Centro de Tiflis, Georgia
Febrero 2012























La Cólquide, el rey Eetes, su hija Medea, Jasón y los argonautas, el vellocino de oro, Iberia, el caso ergativo, - presente en las lenguas mayas y en el euskera entre otros -,  la Iglesia ortodoxa autocéfala georgiana, los vinos dulces, los vinos secos, mitos e historias que la Fortuna derramó sobre Georgia, o mejor dicho sobre Sakartvelo. L@s georgian@s no se autodenominan "georgian@s" sino Kartveli, descendientes de Kartlos un ancestral y legendario líder nacional. Lo de "georgian@s" les vendría de la palabra Kurj con la que los árabes se refirieron a ellos, o de "geo+ergon", "trabajador de la tierra, granjero, campesino", que fue la tesitura en la que los griegos les encontraron.


Parada de marshrutkas,
Centro de Tiflis, Georgia
Febrero 2012


En un fragmento de la Anábasis se relata, no sin algo de perplejidad, que algunas de las tribus georgianas encontradas por los griegos a su paso por estas regiones, acostumbraban hacer en público lo que los "pueblos civilizados" solían hacer sólo en privado y viceversa, o sea que, los individuos de estas tribus solían hacer en privado lo que los de otros pueblos hacían solamente en compañía de alguien. Hablaban sol@s, bailaban consigo mism@s y esto a los helenos, al parecer, les desubicó. Si Jenofonte nos viera hoy en día...

Centro de Tiflis, Georgia
Febrero 2012


Treinta y tres letras componen el alfabeto georgiano moderno: veintiocho consonates, cinco vocales. Treinta y tres caracteres posiblemente inspirados en formas arameas que acaso clamen por nuestra delicada atención o alienten nuestra rotunda indiferencia. No busqué sobres de sopa de letras en las pequeñas tiendas de Tiflis. Debí haberlo hecho.Tal vez no sea ésta la más tonta de las excusas que tenga hoy para regresar...

sábado, 25 de febrero de 2012

28.El Hombre de la Piel de Pantera

Puente de la Paz, sobre el río Kura,
 Tiflis, Georgia
 Febrero 2012
























El protagonista del poema épico nacional georgiano es un príncipe árabe. Éste, aunque herido de amor, ha de partir en busca de un misterioso y temible caballero de aire melancólico que va envuelto en las pieles de una pantera. Shota Rustaveli, cuya verdadera identidad naufraga entre las nieblas del tiempo, habría compuesto el poema en la segunda mitad del siglo XII, en tiempos de la reina Tamara, cuya familia se decía descendiente de la bíblica casa de David. 

La calle Pushkin conecta las avenidas Rustaveli y Baratashvili
Tiflis, Georgia, Febrero 2012






















Por sus referencias foráneas El Hombre de la Piel de Pantera - a veces traducido como El Caballero de la Piel de Tigre - quizás allane el camino a quien quiera ilustrar la diversidad demográfica de la población georgiana. En Tiflis, capital de esta encrucijada que llamaron Georgia, he podido leer y confirmar que los tipos físicos se confunden. Persas, griegos bizantinos, habitantes del Ponto y otomanos, entre otros, pasaron por aquí, dejando evidencia de sus incursiones en rostros, cabelleras, ojos y tez.

Cena en el Bar y Restaurante Marco Polo, 
(todo estuvo buenísimo y nada caro por cierto)
Avenida Rustaveli, Tiflis, Georgia
























Puede que por esto y por otras razones en Georgia no resulte particularmente difícil entrar en contacto con la gente, a pesar de que sean por lo general más discretos y mucho menos efusivos que sus vecinos turcos. De hecho, creo que dadas las condiciones apropiadas aunque en un principio guarden cierta distancia, los georgianos pueden resultar sumamente amenos.


La banda de Alex toca los jueves y los viernes en el Dublin,
en el 
número 8 de la colorida calle Akhvlediani, Tiflis, Georgia





viernes, 24 de febrero de 2012

27.Caminatas por Tiflis

Estación de metro Plaza de la Libertad,
Tiflis Georgia, Febrero 2012






















El olor de las palomitas de maíz ilumina durante el día los lóbregos pasajes subterráneos de Tiflis. En los túneles que conectan la avenida Rustaveli con la calle Pushkin, y esta última con la avenida Baratashvili se pueden encontrar,-entre puestos de fruta y prendas de ropa interior tejida en lana-, libros de historia, diccionarios y ejemplares del poema épico nacional georgiano. Los obscuros pasadizos que cruzan el río Kura, bajo el puente Baratashvili, han auspiciado sin duda más de algún amorío tiflisiano.


Parque Vake, Tiflis, Georgia
Febrero 2012






















Al otro extremo de la ciudad, más allá de la Plaza de la República, siguiendo por Rustaveli, se llega al Parque Vake, donde niños y niñas con la cara pintada de ilusión acudían con sus padres, sus madres o sus abuel@s tirando de pequeños trineos, buscando sacarle el mejor partido al invierno. En Tiflis pude además comprobar que una buena parte del teleauditorio georgiano está enganchado a La Casa de al Lado una telenovela producida en Estados Unidos por la cadena Telemundo, y doblada del español, en el típico estilo de la interpretación simultánea. Ya en Batumi había estado en un restaurante donde la familia que lo regentaba parecía hipnotizada por la dichosa telenovela. Y aunque dejasen a los clientes un poco a la deriva, me hizo gracia ser testigo de su devoción televisiva y del ardor con el que discutían durante la publicidad acerca del destino de una tal Ignacia.

Pasaje subterráneo en el distrito central de Tiflis, Georgia
Febrero 2012






















Observé a las familias georgianas por la calle y en los restaurantes. Me llamó la atención una tierna complicidad entre madres e hij@s, que delataba un juvenil brillo en los ojos de las primeras, aunque fuesen ya mujeres maduras. Me agradó la capacidad de l@s georgian@s de pasar desapercibid@s, de desvanecerse a lo largo de las aceras calladamente, sin dejar rastro. Pero también celebré su jovialidad sentad@s a la mesa, devorando kilos de carne roja y bebiendo litros de vino y de otros brebajes. 

jueves, 23 de febrero de 2012

26.Seis horas de marshrutka


Avenida Rustaveli bajo la nevada
Tiflis, Georgia
Febrero 2012





















Al volante de la marshrutka que me llevó de Batumi a Tiflis iba un grandulón que hablaba fuerte, conducía rápido y que le echaba miradas endemoniadas a cuantos rebasaba en la carretera. ¡Ay de quien le rebasara a él! Su novia, melena negra, móvil en mano, iba sentada a su lado y mascaba un chicle eterno. Dentro de aquel minibús forrado de terciopelo color azul cielo, velaban sobre nuestras cabezas tres estampas religiosas laminadas: la Virgen María, Jesús y San Jorge. 

Más allá del cristal iban tomando forma casas georgianas de dos plantas, sostenidas por pilares, con porches delanteros y jardines que deben ser el deleite de sus dueñ@s en las noches de verano. Valles barridos por el viento, montañas blancas, bosques entre los cuales se escurrían ríos de aguas cristalinas.

Cruzamos un par de ciudades con estaciones de policía modernas, de paredes de vidrio. Nos detuvimos muchas veces a recoger pasajeros por el camino. A veces el grandulón se negaba a llevarlos. En la mayoría de las ocasiones decía que si, pero haciendo manifiesta su mala gana.


 Una de las calles aledañas a la Avenida Rustaveli, Tiflis, Georgia, Febrero 2012






















Una autopista más amplia y gasolineras de arquitectura caprichosa y monolítica nos anunciaron la proximidad de Tiflis. Entramos por una calle larguísima y bien iluminada al principio de la cual se bajó la mayoría de los pasajeros. Yo me quedé hasta el final.

Agradecí el contacto con el suelo que, después de seis horas de marshrutka, el peso de la mochila sobre mis hombros contribuyó a afianzar. Caminé por aquella larga avenida de nombre desconocido. El aire que respiraba era muchísimo más frío que el de Batumi. A falta de mapa de la ciudad, di un par de vueltas, hice un par de preguntas y tomé el metro en la estación de Nadzaladevi, rumbo a la estación de la avenida Rustaveli. Allí uno de los guardias me dirigió hacia la zona donde podría encontrar un hostal.

La avenida Rustaveli estaba tomada por las nieves que arreciaban sobre la ciudad. El espectáculo era digno de ser visto. No recuerdo a más gente sobre las aceras, sólo el gélido esplendor de la avenida al llegar a Tavisuplebis Moedani, Plaza de la Libertad, y contemplar sobre una enorme columna, en el centro de la rotonda, la figura dorada de un jinete dando muerte a un dragón, con una lanza.


Plaza de la Libertad, Avenida Rustaveli,
Tiflis, Georgia Febrero 2012

miércoles, 22 de febrero de 2012

25.Batumi, Georgia

Centro de Batumi, Adjara, Georgia

Procuraré no olvidar jamás la despedida de los agentes de migración turcos. Crucé la frontera en Sarp, hacia las dos de la tarde, hora de Estambúl. El trámite duró menos de diez minutos en total, pero al llegar al lado georgiano eran ya más de las cuatro, hora de Moscú. Cuando deslicé mi pasaporte por la ranura metálica debajo del cristal uno de los agentes salió apuradamente de la oficina de control, y levantó los brazos súbitamente para dejarlos caer sobre mí sin darme tiempo u ocasión alguna de escapar de su cariñoso abrazo. "Welcome to Turkey!", me soltó alegre.

Teatro Estatal de Batumi, Georgia

Yo no pude más que sonreír algo confundido y toserle un tímido "çok teşekkur ederim", muchas gracias. Desde el otro lado de la ventanilla, otro agente tan joven como el que yo tenía al lado, miraba a su colega con una expresión "mitad risa, mitad mueca burlona". Enseguida el agente cariñoso me preguntó de qué equipo era. Cuando le dije que del Barça, fue el otro agente el que asintió y me hizo señales de aprobación. Me sellaron el pasaporte y me despedí de ellos casi con algo de pesar.

Atardecer en el Mar Negro, Paseo Marítimo,
Batumi, Adjara, Georgia,
Febrero, 2012

En el control georgiano la agente revisó minuciosamente el pasaporte. Pensé que alguno de los especímenes de las aves migratorias impresas en el mismo saldría volando, por no decir huyendo, en cualquier momento hacia la ribera del Mar Negro, a poquísimos metros de la cual nos encontrábamos. Inmediatamente después me encaminé hacia la marshrutka que me llevaría hasta Batumi cargado de libros, mapas, folletos, tarjetas y volantes que unas atentas informadoras turísticas georgianas me acababan de obsequiar. Cambié una cantidad mínima de euros para tener suficientes laris georgianos para pagar el transporte. En la ciudad desde luego el cambio salía muchísimo mejor.

Lago en el centro de Batumi, Georgia
Febrero 2012

Batumi es una ciudad muy curiosa. Tiene una ubicación sencillamente maravillosa a orillas del Mar Negro y vistas preciosas de las montañas nevadas del Cáucaso Menor. Tiene edificios históricos, estructuras modernas, plazas de un diseño pulcrísimo, un sinfín de hoteles,- varios de ellos de lujo-, casinos, un paseo marítimo encantador y una fantástica fuente con luces de esas que coordinan sus chorros de agua al ritmo de música clásica, una samba, un tango, como "Por una cabeza", o la mismísima "Guantanamera". 


Vista del Mar Negro a través de una escultura,
Paseo marítimo, Batumi, 

Adjara, Georgia

Y es que, a pesar de la nieve, un curioso aire trópical post-soviético flotaba sobre algunas de las calles de grava de este interesante rincón de la geografía caucásica, que es además capital de la República Autónoma de Adjara.

Centro de Batumi, Georgia

La Torre del Alfabeto, Batumi, Georgia

Debe haber sido en este punto del viaje donde comencé a tararear, casi para mi sorpresa, aquella canción de Julio Iglesias que, en mi casa, en Tegucigalpa, durante mi infancia, allá por los años 80, formó parte del "hit parade" de mis padres. Más de algun@ intuirá que este que escribe es también un sentimental...

Se ve que Don Julio se me adelanto
unas cuantas semanas
 en Batumi

martes, 21 de febrero de 2012

24.Artvin: Un héroe improbable

Montañas de Artvin al anochecer, febrero 2012

No era la primera vez que me topaba con un teléfono en el cuarto de baño de la habitación del hotel. Pero esta vez, no sé yo por qué, me reí, no sólo para mis adentros...El viaje en minibús desde Kars hasta Artvin llegó a su término poco antes de la puesta del sol. Desde la pequeñísima estación caminé a lo largo de una curva en la carretera que parecía no tener fin. Crucé un puente y no pensé que, para llegar al centro de la ciudad, tuviese que subir toda la serpenteante pendiente que se me anunció al levantar la mirada. Alguno de los conductores de los microbuses que subían y bajaban sin cesar se detuvo a esperarme. Me empeñé en seguir a pie. Como si la luna que brillaba ya sobre las montañas de los alrededores me hubiese guiñado el ojo, me decidí a seguirla por mis propios medios. Una, dos, tres, no sé cuantas curvas más, pasar la otogar principal, la pequeña atalaya en la que se encuentra el centro de información turística, las estatuas de los toros de lucha que crían en la región, las luces de neón de los locales de madera con centelleantes anuncios de cerveza Efes, el supermercado Migros y finalmente la calle principal. Me quedé en un hotel muy agradable en el que el señor que me atendió hablaba un inglés pristino y tenía una forma de comunicarse muy directa y siempre educada. Sus maneras, su trato serio y afable a la vez, y hasta la boina, me recordaron muchísimo a mi padre. No pude evitar sentir simpatía y respeto por él.

Puede que no haya nada más reconfortante, después de una larga caminata mochila al lomo, que una ducha. Luego de tomarla, estaba listo para asomarme a la ventana y volver a buscar esa luna, cuando al intentar abrir la puerta del cuarto de baño me di cuenta de que me había quedado encerrado. Lo intenté una y otra vez...Por suerte tenía la chaqueta conmigo y allí tenía que estar mi móvil...Tenía que estar, pero desde luego no estaba. Volví a tirar de la puerta sin éxito. Me reí de mi situación frente al espejo, y entonces lo vi en el rincón. Mi héroe, el "ridículo" teléfono del que me había reído poco antes...

Marqué el cero, pero la persona que me respondió no era el mismo señor que me había atendido antes. Le expliqué lo que pasaba. Colgué el teléfono y me resigné a esperar. En retrospectiva, muchos "si" en línea pueden inspirar mucha desconfianza. De pronto sonó el teléfono de nuevo. Era la voz tranquila y pausada que me había atendido al llegar. Le expliqué lo que pasaba y esta vez me senté a esperar con la certeza de que pronto llegaría alguien en mi auxilio. Puede que después de una larga caminata mochila al lomo no haya nada más frustrante que quedarse atrapado en el cuarto de baño en una ciudad a la que se acaba de llegar.

Llamaron a la puerta. Les dije que estaba allí. Quienquiera que fuera me dejó hablando solo un rato. Luego escuché sus esfuerzos por abrir, a los que traté de contribuir de mi lado de la puerta. Era un tipo alto, flaco, algo despeinado, de nariz alargada, bigote fino,sonrisa fácil y expresión confiada. Tenía un desatornillador en la mano. Al abrir la puerta poco le faltó para guiñarme el ojo como queriendo decir "Todo está bajo control." Pero un segundo antes de que cerrara la puerta de nuevo con ambos aun dentro del baño, juro que intuí lo que iba pasar. ¡No me lo podía creer! ¡El tipo nos había dejado encerrados a los dos! Esta vez supe inmediatamente lo que tenía que hacer y me dispuse por segunda vez en aquella noche a utilizar el dichoso teléfono. El tipo larguirucho me rogó que no lo hiciera y se afanó desatornillador en mano y con la lengua de fuera en abrir la bendita puerta.

Más tarde en el lobby el dueño del hotel, serio y  con su voz pausada, me aseguró que nunca les había pasado algo igual. Decidí creerle. Y ninguno de los dos  pudo evitar soltar una risotada luego de que le dije: "¡Gracias a Dios que tiene teléfonos en los cuartos de baño de su hotel!"

lunes, 20 de febrero de 2012

23.Kars

Vista del canal, Kars, Febrero 2012

Cuando haya vuelto a Palma, en alguna noche de verano, soñaré que estoy en Kars. Compraré pan en alguna de sus esquinas, algo de queso local, algo de miel del lugar.Caminaré frente a las antiguas casas rusas, robustas, cuadradas, que fingen ser de verdad. Cruzaré el puente del hamam. Otearé desde el sólido castillo, la nevada inmensidad. Contaré las figuras de los apóstoles de la vieja iglesia armenia y volveré a mi habitación amarilla de mitad de los 80, donde ronquido a ronquido me rendiré a la evidencia de no haber  sido más que el huesped de un sueño, nevado y cristalino, en la gélida y radiante Kars.

Vistas de Kars desde el castillo


viernes, 17 de febrero de 2012

22.El Palacio del Fin del Mundo

Palacio de İşak Paşa, en el distrito de  Doğubayazıt, 
provıncia de Ağrı, Turquía






















En los confines de Turquía, más allá de la ciudad de Doğubayazıt, se encuentra el palacio de İşak Paşa. La caminata duró hora y media, los parajes que contemplé me hablaron de la eternidad. El invierno, el silencio, las repentinas olas de soledad que inundaron aquel paisaje, me susurraron su nombre. Tal vez el ensordecedor bullicio de las ciudades nos sirva de sedante. A veces, sólo alejados del mismo, captamos las frecuencias que subrepticiamente nos lancinan el corazón.

Doğubayazıt, camino al palacio de İşak Paşa

















A diferencia de otr@s amig@s, sólo coincidí con Alícia en diferentes parajes de Mallorca, su querida isla. Mi memoria, sin embargo, atará también su recuerdo  a Turquía, adonde, el primer día del año, me llegó la triste noticia de su muerte, acaecida justo el día anterior. Alícia pertenecía a una de las estirpes que  más admiro. Deambuló plácidamente por los zigurats, las gramáticas, de ocho lenguas distintas. Sospecho que observaba más y que escuchaba mejor que cuantos le rodeamos. Intuyo que como discípula de Estrabón su percepción de nuestra realidad era más profunda, más compleja y a la vez más completa. Cultivó la amistad con las herramientas que da la sinceridad.

Vistas desde el Palacio de İşak Paşa, Doğubayazıt, Ağrı, Turquía

















En aquella límpida mañana, el recuerdo de Alícia me acompañó por el camino. En lo que fuese la biblioteca ­­­­del palacio de İşak Paşa, las estanterías están hoy vacías. Ignoro si algo del espíritu de los libros, una luz o una sombra, pervive en los rincones que algún día les albergaron. No me cabe la menor duda de que Alícia, la hipérglota, la geógrafa, la amiga, sigue entre nosotr@s. Creo intuir por qué ha de ser así. La marea de las generaciones no nos volverá a traer jamás a alguien como ella.

Vista del Monte Ararat camino del Palacio de İşak Paşa, Doğubayazıt, Ağrı, Turquía


domingo, 12 de febrero de 2012

21.Una ciudad en las nubes

Museo Etnográfico y de Artes Turco-Islámicas de Erzurum


El tren se detuvo en Erzurum. Nevaba, como en casi toda Turquía. Durante este invierno, siempre que he visto el reporte del tiempo, Erzurum lidera la lista de ciudades con las temperaturas más bajas. Aquí, -15º, -17º, -20º no son registros poco comunes. Con sus cerca de 1,800 metros sobre el nivel del mar, no es esto de extrañar. Lejos de dejarme helado, no obstante, la ciudad me causó una grata primera impresión, a pesar de los -9º que marcaba el termómetro.


Después de una breve caminata desde la estación del tren hasta el centro de la ciudad, me encontré rodeado de amables ancianos dispuestos a darme indicaciones, parejas de enamorados sonrientes que caminaban apretujados, niños que jugaban entre la nieve de la plaza que rodea al Museo Etnográfico de Erzurum y gente de todas las edades haciéndose fotos con las esculturas de nieve que decoraban la explanada, más allá de la mezquita de Lala Mustafa Paşa. Ahora también recuerdo los potentes durums de pollo que comí en más de alguna ocasión cerca de esta plaza, los baklava que engullí no muy lejos de allí, - los cuales junto con el çay ya se están volviendo parte de un dulce ritual después de cada comida - , y la visita al singular museo etnográfico de esta ciudad. Todo ello hizo de mi paso por Erzurum, un paseo por las nubes.

viernes, 3 de febrero de 2012

20.El Expreso del Este

El Doğu Ekspresi a su paso por Devriği,
Miércoles 1 de Febrero de 2012
9:45 AM*
Acaso un viaje no sea más que un ejercicio de alquimia, una formula, una ecuación mediante la cual aquello que soñamos delante de un mapa adquiere formas, colores, sabores. Quizás la íntima relación o secreta complicidad, que desde tiempos inmemoriales cultivamos con croquis, mapas, planisferios terrestres y celestes ha logrado ocultarnos a nosotros mismos la magia que resplandece detrás de la transmutación de nuestras  visiones en realidades. 

Fui uno de los raros pasajeros que abordó el Doğu Ekspresi el miércoles por la mañana, en Devriği, una población enclavada en un valle totalmente rendido al blancor de las severas nevadas de los días y de las noches anteriores. Aquí, hacia el siglo IX floreció una secta armada de cristianos ascetas, inspirada por una de tantas herejías. Los Paulicianos condenaron entre otras cosas la veneración de la cruz.  


El viaje, el sueño, transcurrió casi todo el tiempo a lo largo de un río que en un momento dado se convirtió en el  Fırat, mejor conocido en castellano como el río Eufrates. Los cañones de piedra entre los cuales el río jugaba, me parecieron nobles, monumentales, estoicos ante la despiadada nevada. Más allá de los paisajes agrestes, pasado el pueblo de Erbaş algo detrás de los cristales capturó la atención de todos cuantos íbamos en el vagón número dos. Enmedio de la incesante nevada una forma furiosa, pesada, se afanaba en avanzar por la blanca ribera del río. Pensé que se trataba de un perro gordo. La vida en las ciudades ha conseguido que olvidemos sombras ancestrales que poblaron los sueños y pesadillas de nuestros antepasados, sustituyéndolas con siluetas con las que nuestra mente domesticada está más familiarizada. Hoy, dos días después, y a cientos de kilómetros de distancia continúo pensando en aquel jabalí. Algo poético había en aquella bestia solitaria. Intuyo que estábamos destinados a recordarla, y a olvidarla así, porque en su fantasmagórica fuga no tuve tiempo de echar mano de la cámara para probar más tarde que aquello no había sido un sueño.

Paisaje entre Devriğri y Erzincan,
mañana del miércoles 1 de Febrero de 2012


* El Doğu Ekspresi pasa normalmente por Devriğri a las 9:27AM en su ruta hacia Erzincan, Erzurum y Kars. El miércoles pasado llegó con al menos 7 minutos de retraso, lo que para mi fortuna me otorgó el tiempo suficiente para bajar desde la Ulu Cami, - Gran Mezquita -, encontrar la estación, comprar mi boleto y sentarme a esperarlo durante aproximadamente un minuto y medio; no sin la ayuda, desde luego, de varias personas - incluyendo a uno de los mecánicos del taller de locomotoras cercano, un chico que trabajaba en una de las tiendas del pueblo y un amable señor con un impedimento del habla, que me auxilió luego de que, tras el cuarto resbalón de aquella mañana, finalmente tuviese un encuentro, algo íntimo, con la nieve, que me dejó, por decirlo de alguna manera, vestido de gala.